La humedad del Otoño transpira habitaciones;
recorre, con su niebla, telarañas de memoria,
hace visible al insecto que nos habita el alma;
El verano —con su existencia superficial, banal, meramente exterior— se declara, oficialmente, muerto;
Ahora es el reino de las hojas que marchitan, del silencio de la luna, del viento que susurra contra el ser que se repliega a sí mismo,
hojas en el aire, hojas en el suelo, bellotas, interioridad, voluntad de hundirse sobre sí;
Aún nos queda algo de Otoño en la devastación de la tierra,
la que ante nuestros ojos abre sus entrañas con tormentas…
destruyéndolo todo;
El Otoño avanza, con su romanticismo de eremita,
nos invita a aprender del dolor,
a superar al viejo que ya somos….
para señalar la madurez del hombre que seremos,
que brotará…
En la serenidad del que deja caer lo no necesario,
y abraza, meditativo, la humildad de lo verdadero.
10/05/2018
L.S.